Los castañares caracterizan la vertiente norte de la suma montañosa en altitudes entre 250 y 1100 metros. Introducidos en el pasado por su utilidad, hoy en día los castañares son a menudo abandonados por el hombre y objeto de recolonización de otras especies arbóreas autóctonas, lo que aumenta la complejidad de la asociación, pero desgraciadamente también por fenómenos de invasión de la Robinia (Robinia pseudoacacia), especie norteamericana pionera y fuertemente invasora, introducida masivamente a principios del siglo XX y que en muchos casos se convirtió en una plaga, con los consiguientes desequilibrios ecológicos.
En general, los castañares, como el reproducido en el diorama, tienen valores de cobertura entre 60 y 90%, dejando poco espacio para otras especies, representadas principalmente por el aliso napolitano (Alnus cordata), el antílope (Fraxinus ornus), el roble (Quercus pubescens), y tienen un estrato arbustivo y herbáceo diversificado según la cobertura arbórea y la orografía de la zona, a menudo caracterizada por valles anchos y profundos, lo que determina una marcada heterogeneidad de las condiciones microclimáticas y el microclima.