
El Vesubio se yergue al centro de una amplia llanura atravesada por el río Sarno y se asoma sobre el Golfo de Nápoles; el territorio ha sido habitado desde la antigüedad, lo que ha permitido tener testimonios más lejanos en el tiempo que por cada otro volcán al mundo pero, por la misma razón, muchas de sus erupciones han provocado daños y pérdidas humanas que han condicionado intensamente el desarrollo de la región.
Desde la prehistoria hay testimonios de asentamientos humanos y productivos, favorecidos por la fertilidad de los suelos, de las bellezas paisajísticas y de las características de un territorio que permite un fácil asentamiento por la disponibilidad de los elementos primarios por la supervivencia: clima, aguas, vías de comunicación.
En el pasado pero sobre todo en tiempos recientes los países vesubianos y la misma ciudad de Nápoles han sido reconstruidos y desarrollados sobre los depósitos de las erupciones del Vesubio y los Campi Flegrei.
El volcán es una presencia preeminente en el territorio y ha condicionado los aspectos económicos, sociales y culturales de los habitantes; sucesivamente a todas las erupciones históricas las poblaciones, pasado un relativo período de tiempo necesario al agotarse del fenómeno, han vuelto en los lugares atraídos por la renovada fertilidad del territorio, han reconstruido sus casas, utilizando los materiales del lugar, y reconstruido principalmente su economía basada sobre la producción agrícola.
Condiciones físicas extremadamente favorables al habitar han sido contrastadas por condiciones ambientales, atadas al riesgo, al deterioro ecológico, cultural y paisajístico, y agravados por la pérdida de memoria sobre los peligros del volcán, que han estimulado intereses especulativos.